PRINCIPIOS DE LA PRÁCTICA MÉDICA


PRINCIPIOS DE LA PRÁCTICA MÉDICAEl objetivo principal del presente texto es presentar un estudio sistematizado de la mayoría de las enfermedades o entidades nosológicas que se consideran clásicamente como pertenecientes al campo de la Medicina Interna. Pero, a modo de preámbulo, ha parecido oportuno exponer algunas consideraciones generales sobre la práctica médica y, en especial, sentar los principios que deben presidirla. Con ellos debería familiarizarse lo más pronto posible el estudiante de medicina, y a ellos debería atender el médico en ejercicio, ya se trate del profesional que ejerce en la comunidad como médico de asistencia primaria, o bien de cualquier tipo de médico internista, tanto el especialista en Medicina Interna General como el internista especializado en cualquiera de las ramas de la Medicina Interna. Y no está de más que tales principios sean tenidos en cuenta por cualquier profesional de la medicina que durante el ejercicio de su profesión tenga contacto con los enfermos o esté a cargo de algún aspecto sanitario de la población.

¿Por qué son tan importantes el estudio y la formación en Medicina Interna? Podrían aducirse muchas razones, pero de entre ellas destacan dos: a) recuérdese que el 70-80% de las consultas que realizan los pacientes en las policlínicas generales (no especializadas) pertenecen al campo de la Medicina Interna; b) el objetivo principal de las facultades de medicina debe ser formar médicos de asistencia primaria, profesionales capaces de desempeñar su profesión en la comunidad, para los cuales una buena formación en los numerosos aspectos de la Medicina Interna es absolutamente esencial, precisamente por las razones de frecuencia antes citadas.

La importancia de esta materia es tal que no basta adquirir durante la época de formación algunos conocimientos relativos a ella y adiestrarse en su ejercicio, sino que una vez conseguida dicha formación, el médico en ejercicio debe realizar grandes esfuerzos por ir incorporando nuevos conocimientos en este campo y así mantener constantemente el adecuado nivel profesional.

El principal objetivo de la formación en Medicina Interna es conseguir y mantener la capacidad de reconocer (diagnosticar) en el paciente la existencia de una o varias enfermedades (entidades nosológicas), así como de establecer su pronóstico, tratamiento y prevención. Dicha formación comprende varias fases, y una de las absolutamente imprescindibles es el estudio sistematizado de las entidades nosológicas.

Es obvio que realizar una actividad profesional idónea en relación con enfermedades cuyas características se desconozcan es una utopía. Tal análisis sistematizado comprende el estudio de cada una de las enfermedades o entidades nosológicas en sus diversos apartados:

a) concepto;

b) etiología;

c) fundamentos lesionales y fisiopatológicos;

d) cuadro clínico o estudio de síntomas y signos;

e) exploración física;

f) exploración complementaria (de laboratorio y otras);

g) diagnóstico;

h) diagnóstico diferencial;

i) pronóstico;

j) tratamiento;

k) prevención.

El objetivo del presente texto es precisamente este estudio sistematizado de las entidades nosológicas más importantes. Pero quede claro que ni conociendo de memoria la presente obra estará uno capacitado para diagnosticar y tratar pacientes, aunque, evidentemente, sin estos conocimientos teóricos no es posible llegar a una buena capacitación clínica.

Convertirse en un buen clínico debería ser un objetivo inaplazable de cualquier estudiante de medicina. Convertirse en un mejor clínico ha de ser una ambición de cualquier médico en ejercicio. "En el cuidado del paciente, el médico necesita conocimientos científicos, adiestramiento técnico y comprensión humana" (HARRISON). Sólo cuando las tres facetas citadas se han adquirido convenientemente y se mantienen con adecuada calidad, el médico puede recibir legítimamente el calificativo de buen clínico o buen profesional. En efecto, las disociaciones entre las tres facetas citadas ocasionan notables distorsiones en las características de numerosos profesionales que, de este modo, dejan mucho que desear.

Hay médicos, particularmente jóvenes, en la época de la vida caracterizada por la especial brillantez memorística, que citan de modo apabullante para el auditorio síntomas y signos pertenecientes a los síndromes más raros o filiados por epónimos difíciles de retener. Sin embargo, su brillantez de conocimientos teóricos está trágicamente disociada, con una falta total de adiestramiento técnico o de capacidad de aproximación al enfermo, necesarios para recoger con objetividad la existencia de síntomas o signos, a partir de los cuales poder construir las hipótesis relativas a la existencia de un síndrome o entidad nosológica concretos. Todavía más penosa es la situación de aquel facultativo que, si bien sabe establecer correctamente el diagnóstico de la mayor parte de los trastornos orgánicos de un enfermo, es sin embargo incapaz de ofrecer a su paciente el mínimo grado de simpatía y calor humanos, con lo cual fracasa estrepitosamente en la imprescindible relación médico-enfermo y, evidentemente, no puede recibir el calificativo de buen médico, pues es rechazado por los pacientes. El objetivo del médico es el cuidado de los enfermos. Éstos deben ser los protagonistas de nuestra profesión. Toda la actividad del clínico debe estar presidida por un pensamiento central: el bienestar de nuestros pacientes. El ejercicio médico emplea obviamente métodos científicos para resolver sus problemas, pero es evidente también que la práctica clínica no ha de ser tan sólo científicamente perfecta, sino que es preciso que esté impregnada de comprensión humana, madurez y sabiduría, para determinar en cada momento qué camino es el más beneficioso para un paciente concreto.

Uno de los aspectos esenciales al que deberán atender las facultades de medicina del futuro será el de convertir a sus alumnos en autoaprendices para toda la vida. Para ello será necesario que se modifiquen en profundidad sus modelos educativos. El profesional del siglo próximo estará aún mucho más obligado que el de hoy a una constante renovación de sus conocimientos y aptitudes. Deberá capacitarse para sacar el máximo provecho de las numerosas fuentes de conocimiento, como libros, revistas y bases de datos, a la vez que aprender el manejo de instrumentos informáticos que le ayuden no sólo a la búsqueda de un dato concreto sino incluso al proceso de toma de decisión.

En esta sección se exponen, en primer lugar, las bases que en la práctica médica deben presidir el proceso diagnóstico.

Tras detallar sus principios generales, se describen los aspectos más modernos del diagnóstico informatizado. Asimismo, se refieren los principales métodos que constituyen las bases científicas del pronóstico. Se insiste en los principios generales que deben regir la actividad terapéutica, a la vez que se detallan las bases científicas del tratamiento farmacológico.

Los aspectos epidemiológicos y preventivos constituyen importantes pilares de la actividad clínica, por lo cual sus principios son analizados con cierta extensión. Por último, nuestra profesión no puede ser ejercida dignamente pasando por alto la ética médica, cuyas bases se incluyen también en esta sección.
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