ENVEJECIMIENTO
Es difícil establecer con precisión el concepto envejecimiento. Existen numerosas definiciones. Todas ellas coinciden en señalar que se trata de un proceso dinámico que se inicia con el nacimiento y es de naturaleza multifactorial. Alguna se refiere a pérdida de vitalidad, lo que implica un aumento progresivo de la vulnerabilidad ante cualquier agresión externa o situación de estrés, y conduce, en último término, a la muerte (HRUZA, 1972). La vitalidad, según ello, se definiría como la capacidad que tiene el organismo para realizar sus distintas funciones biológicas (BEIER, 1973). A medida que el hombre envejece, va perdiendo vitalidad de forma ineludible a través de un deterioro progresivo de casi todas sus funciones fisiológicas, y esto ocurre incluso en ausencia de enfermedad.
Es importante señalar que las pérdidas funcionales en los distintos órganos y sistemas se producen de una manera muy diferente en cuanto a intensidad y cadencia de unos a otros, existiendo también una gran variabilidad individual entre las personas. Cuando aumentan los requerimientos, como ocurre en las situaciones de sobrecarga funcional, la pérdida de vitalidad se hace más evidente. En último término se trata de una incapacidad para mantener la homeostasia en situaciones de estrés fisiológico, incapacidad que se asocia a una pérdida de viabilidad y a un aumento de vulnerabilidad.
Hablamos de envejecimiento fisiológico (o eugérico) cuando ocurre exclusiva o, al menos, primordialmente, en función del paso del tiempo, sin estar demasiado (nunca del todo) condicionado por alteraciones patológicas (envejecimiento patogérico) o por factores ambientales. Afecta, a través de cambios estructurales (morfológicos) y funcionales, todos los órganos y sistemas del organismo, con una cadencia variable en el tiempo según los individuos.