TEORÍA INMUNOLÓGICA
En el curso del envejecimiento se produce un declinar importante del sistema inmunológico. Los cambios más conocidos son los siguientes: a) pérdidas cualitativas de los linfocitos CD4 cooperadores, probable mayor actividad de los CD8 supresores y menor actividad de los CD8 citotóxicos; b) menor capacidad de los linfocitos B para producir anticuerpos y, en general, para responder a los antígenos externos; c) pérdida progresiva de respuesta en las pruebas de hipersensibilidad retardada; d) aumento en la producción de autoanticuerpos (microsomales, antitiroglobulina, células parietales, músculo liso, etc.); e) aumento en la producción de inmunocomplejos circulantes; f) pérdida de la capacidad de reduplicación ante la estimulación con mitógenos (fitohemaglutinina o concanavalina A), y g) menor capacidad de las células T para producir factor de crecimiento.
Todos estos cambios determinan una menor capacidad de defensa del organismo ante cualquier tipo de agresión y limitan su capacidad para discernir entre lo que le es propio y lo que le es ajeno; debido a ello facilitan la aparición de un mayor número de enfermedades, especialmente de tipo autoinmune, infeccioso y tumoral.
Aspectos críticos de esta teoría serían, en primer lugar, su incapacidad para explicar todos los cambios asociados al proceso de envejecer. También que el sistema inmunitario no es totalmente autónomo, sino que está sometido a otros tipos de regulación superior (genético, hormonal, etc.). Por último, que tampoco la terapia sustitutiva ha conseguido, ni siquiera en los modelos animales más simples, una respuesta suficientemente satisfactoria en cuanto a enlentecer el proceso de envejecimiento.