TEORÍAS BASADAS EN MECANISMOS GENÉTICOS
Constituirían el prototipo de las teorías no estocásticas. Entre ellas cabe incluir la de la programación genética, la de la mutación somática y la del error genético. Todas ellas parten del supuesto de que la longevidad de una determinada especie y de sus correspondientes individuos se halla, en gran parte, predeterminada por mecanismos genéticos. A su favor estaría una cierta correlación en cuanto a la edad que se observa entre los mismos individuos de una familia o la longevidad equivalente que se ha descrito en muchos pares de gemelos univitelinos.
Según alguna de estas teorías, el individuo nacería con una secuencia de envejecimiento escrita (programada) en su genoma que le adjudicaría una máxima extensión de vida, y serían las circunstancias ambientales y patológicas acumuladas durante la vida de cada uno las que limitarían en mayor o menor medida esa programación.
Para otros autores sería la acumulación de un nivel significativo de mutaciones en las células la que produciría las pérdidas fisiológicas características del hecho de envejecer. Esta teoría tuvo un gran predicamento en los 20 años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, según la idea de que las radiaciones ambientales podían originar alteraciones genéticas en la célula hasta el punto de alcanzar un nivel crítico que determinaría su muerte. Para los que hablan de “error genético” estas mutaciones se derivarían de la pérdida de una secuencia de DNA.
En su conjunto, insistimos, cabe considerar que ninguna de estas teorías es por sí misma suficiente para explicar el hecho de envejecer. Parece bastante probable que tanto los mecanismos genéticos como las pérdidas inmunológicas, o la producción de radicales libres o de enlaces covalentes, contribuyan, en cierta manera, a explicar los fenómenos que hoy conocemos e interpretamos como constitutivos del proceso de envejecer. En todo caso la cuestión sigue abierta y es previsible que pase mucho tiempo antes de que se le pueda dar una respuesta concluyente.