EL BEBÉ
En razón del rápido crecimiento que tiene lugar durante el primer año de vida, la lactancia constituye uno de los periodos más críticos del ciclo vital por lo que se refiere a la alimentación. Las necesidades de nutrientes en relación con el tamaño son elevadas, y de la nutrición óptima en esta época depende en gran medida el vigor y la salud del adulto. Son muchas las madres primerizas confusas e inseguras al respecto, y el puericultor puede y debe desempeñar una función sumamente importante en beneficio de aquellas.
Por unidad de peso corporal, las necesidades en el lactante son mucho más grandes que en el joven y en el adulto. Para la temprana primera infancia, la pauta calórica normal oscila entre 120 calorías por kilogramo de peso al nacer, y 100 calorías/kg. al cumplirse el año, lo cual representa aproximadamente 3 veces la demanda del adulto.
Las causas son varias: el crecimiento del niño; hay más tejidos activos en el consumo calórico que en el adulto y también es mayor la superficie corporal en relación al peso, lo cual implica mayor pérdida de calor. Por otra parte, es necesario disponer de calorías adicionales para subvenir la mayor actividad infantil.
Tanto la leche materna como las fórmulas elaboradas, proporcionan aproximadamente 67 calorías por 100 ml; así, 700 ml de leche materna o artificial suministrarán una 480 calorías o 120 cal/kg. para el lactante de 4 kg. de peso.
La leche materna ofrece muchas más ventajas, el bebé se sentirá arropado por su madre y más seguro, estará perfectamente alimentado y obtendrá defensas que le protegerán de determinadas enfermedades propias de su edad. Es preferible que una mujer alimente a su hijo recién nacido con su propia leche, pero si algo se lo impide no debe tener reparos a la hora de utilizar leches artificiales, y menos sentirse culpable.
