EL VENENO DE LAS SERPIENTES
Entre las mordeduras causadas por animales las de serpientes son tradicionalmente temidas, y no por los desgarros, laceraciones o traumatismos inherentes a la agresión, sino por las consecuencias de las especies consideradas venenosas.
El veneno de las serpientes puede responder a diferentes tipos y biológicamente parece una especialización específica destinada a cumplir funciones muy concretas.
Es conocido que las grandes constrictoras, boas, pitones y otras, carecen de colmillos conectados a glándulas venenosas. Son perfectamente capaces de capturar las presas que necesitan y con sus mandíbulas sujetan el animalillo depredado hasta que, en pocos instantes, lo envuelven materialmente entre sus anillos y, gracias a la poderosa musculatura, reducen a una masa informe, lista para ser ingerida, el cuerpo de la víctima. Otras especies menos corpulentas y poderosas, que también se alimentan de animales vivos utilizan el veneno como arma de caza. Incapaces de cazar y retener la presa, con la mordedura inoculan un veneno que mata a la víctima en un lapso generalmente breve y posteriormente, gracias a los "sensores" localizados en la lengua, rastrean hasta encontrar el animalito muerto, que pasará a formar parte de la dieta. Por esta especialización biológica, especies muy pequeñas, como las víboras de unos sesenta o setenta centímetros de longitud, son capaces de matar organismos de peso mucho más elevado, como puede ser el hombre.
Las sustancias tóxicas contenidas en el líquido inoculado por las serpientes ponzoñosas responden a fórmulas y mezclas diferentes, de manera que algunos venenos pueden comportarse como destructores de los hematíes sanguíneos; otros, como desintegradores de las células nerviosas; algunos operan favoreciendo la "ruptura" del citoplasma de
las células, y también los hay que actúan favoreciendo las hemorragias al desorganizar los sistemas normales del organismo.
Muchos grupos contienen tipos de veneno con una acción principal, de entre las señaladas anteriormente, pero cada especie "fabrica un veneno propio" y distinto, en general, de los anteriores, por lo cual los "antídotos universales" no tienen la eficacia máxima que sería deseable.