PRIMEROS AUXILIOS EN LESIONES POR ACCIDENTE
Trataremos aquí de aquellas pequeñas lesiones, como heridas, contusiones, quemaduras, etc., que en el curso de una acampada o excursión pueden ocurrir en las diversas partes de nuestro cuerpo y que, teniendo un pequeño conocimiento y experiencia, pueden solucionar el percance, no dando al traste con nuestro día de asueto y disfrute de la naturaleza.
Dejando aparte las lesiones internas y de carácter general que pueden ocurrir por no cubrirnos la cabeza con un sombrero y evitar de esta forma los efectos del sol en grandes extensiones esteparias o montañosas, nos referimos específicamente a los accidentes ocasionados por traumatismo, golpes o heridas en esta región del organismo.
Toda herida en la cabeza, por el mero hecho de ser esta región la que engloba el cerebro, preocupa gravemente a las personas que lo presencian; es altamente alarmante presenciar la pérdida de conocimiento en un sujeto accidentado, pero generalmente es debido al desconocimiento de la génesis y mecánica que lo produce.
Ante un golpe en la cabeza fuerte la primera pregunta que surge es si habrá fractura o no de cráneo; dada la naturaleza ósea del cráneo, de su grosor y su gran fortaleza es poco frecuente, pero al médico lo que más nos preocupa en estos casos es la repercusión de ese golpe en la masa cerebral. Para comprender la mecánica del golpe debemos concebir la cabeza como un huevo, al cual es posible sacudirlo violentamente, mezclar su contenido y aun así no romper su cáscara. O, por el contrario, es posible presionar sobre su cáscara, llegar a romperla por diversos sitios y no haber lesionado sus estructuras internas. Pues dicho de esta manera lo fundamental en este tipo de traumatismo craneal no es que se evidencia fractura ósea, sino determinar si el cerebro no está lesionado.
Premisa principal: cuando no se pierde la consciencia, casi con seguridad que no existe lesión cerebral grave.
Si el accidentado permanece inconsciente durante unas horas no cabe duda que existe gravedad, recupere o no la consciencia.
Puede ocurrir que la víctima pierda el sentido durante no más de quince o veinte minutos, para estar consciente nuevamente, aunque con ligera confusión; lo normal en estos casos es que se le acueste y vigile durante veinticuatro horas; normalmente, si no existe lesión interna, se levantará normal y caminará sin esfuerzo.
Pero puede ocurrir que al levantarse pierda nuevamente la consciencia después de este tiempo de recuperación inicial. Por lo general cuando esto ocurre es señal de que existe una hemorragia intracraneal que está comprimiendo el cerebro. La víctima que presente estos síntomas, como asimismo la que en un tiempo de dos o tres horas no se haya recuperado, debe de ser evacuada al centro médico más cercano para prestarle la asistencia debida. El sentido común nos indica que su traslado se efectuará lo más cómodamente posible, tumbado y abrigado. No se puede hacer nada en el campo y debe ser visto por un especialista. Se evitará la administración de cualquier fármaco y el traslado se hará Io más rápidamente posible centro médico.
Otro aspecto a considerar en los traumatismos de cabeza es la posibilidad de que exista lesión de las vértebra cervicales. Por ello ante una victima con traumatismo craneal es regla fundamental "procurar no movilizarla demasiado"; si la víctima acusa hormigueos de brazos o piernas, imposibilidad de movimientos o dificultad para realizarlos debe ser inmovilizada inmediatamente, para lo cual procederemos de la siguiente forma:
Se trasladará a un plano horizontal y duro, teniendo especial cuidado en los movimientos de cabeza; para evitarlos se colocará la palma de la mano de un colaborador por debajo de la nuca y de esta forma evitará todo movimiento brusco en el traslado. Una vez colocado en plano duro se inmovilizará el cuello mediante dos sujeciones duras a ambos lados del cuello. Esto puede hacerse con dos medias de lana llenas de arena o bien con dos tacos de madera envueltos en una toalla cada uno de ellos y aplicados a ambos lados del cuello.
Una de las regiones más vascularizadas de nuestra anatomía la tenemos en la cabeza y la frente. No es extraño que cualquier herida inciso-cortante en estas regiones dé lugar a hemorragias escandalosas para un lego en la materia.
No hay espectáculo más aterrador que ver cómo una persona derrama sangre por su cabeza y cara, gotea por el mentón y moja la camisa, como si estuviera desangrándose por minutos. Luego todo queda en un gran susto, cuando, lavada esta sangre y herida, vemos que el motivo es una pequeña incisión en el cuero cabelludo que no deja de sangrar y que da lugar a ese río de sangre. El motivo es la gran vascularización de esta zona, como he dicho anteriormente, y que motiva que heridas en estas regiones se infecten muy difícilmente, pues se autodesinfectan al lavarse "de dentro a fuera". Asimismo su cicatrización es muy acelerada por la gran nutrición vascular de sus tejidos.
Ante una herida en cuero cabelludo podemos proceder de la siguiente manera: se lavará la herida abundantemente con agua clara y jabón o detergente disuelto en ella se seca y se aplica un desinfectante del tipo del yodo o mercromina. Cuando la herida es grande no va a dejar de sangrar y conviene aproximar sus bordes para cerrarla. Puede que en el botiquín tengamos unos "agrafes" o ganchos para suturas de pequeñas heridas, con los cuales procuraremos aproximar los bordes. Pero si así no fuera y la víctima tiene cabellos suficientemente largos, se puede tomar un pequeño manojo de pelo de un lado y otro de la herdida y, anudándolos, aproximar sus bordes; haciéndolo cuantas veces sea necesario a lo largo de la herida conseguiremos reducir la hemorragia y aproximar los bordes, facilitando la cicatrización.
Si tenemos los cabellos rapados y no tengamos agrafes, nuestro botiquín debe ir provisto al menos de un carrete de esparadrapo, con el cual procederemos de la siguiente forma:
Se corta una tira de esparadrapo de cuatro centímetros de largo por dos de ancho en la parte central se adelgaza la tira, cortándola como alas de mariposa, aplicada aproximando los bordes de la herida puede cohibir también la hemorragia al aproximar los bordes de la herida.
Las posibles fracturas de los huesos propios de la nariz, hueso malar o pómulo o mandíbula raramente producen patología grave; la aplicación de compresas frías o bien hielo sobre la región tumefacta alivia el dolor y baja la inflamación. La administración de analgésicos, siempre disponibles en el botiquín, complementarán el tratamiento hasta que pueda ser trasladado al centro médico.