COMITÉS INSTITUCIONALES DE ÉTICA
Es muy probable que los actos medicosanitarios sean hoy mejores que los de cualquier otra época de la historia de la medicina, no sólo desde el punto de vista técnico, sino también desde el punto de vista moral. Sin embargo, también son, como ya señalamos, mucho más conflictivos. La conflictividad no es en sí mala o negativa, sino una característica inherente a la condición humana, que, eso sí, debe reducirse en cuanto sea posible. En el marco de la relación sanitario-paciente, hay veces en las que el conflicto es tan agudo que ya no existe posibilidad de resolverlo desde dentro de la propia relación. Por eso conviene que las instituciones sanitarias tengan instancias específicas de resolución de conflictos morales, que además eviten que éstos traspasen los límites del ámbito sanitario y lleguen a los tribunales. A tal efecto se han creado los comités institucionales de ética (CIE) o comités asistenciales de ética (CAE), compuestos por representantes de los diferentes estamentos sanitarios y por algunos miembros de la comunidad. La función de tales comités, que por lo general tienen carácter consultivo, no decisorio, es mediar en los conflictos éticos y ayudar a la toma de decisiones en aquellos casos en los que se les pida consejo. La razón de que no estén compuestos sólo por médicos, ni sólo por personal sanitario, sino que incluyan también a representantes de los usuarios, es porque, según hemos dicho, las decisiones éticas sólo son correctas si tienen en cuenta los puntos de vista de todos, y no sólo los de algunos. No hay duda de que, en principio, los comités abiertos y plurales son más adecuados para tomar decisiones éticas que los que no lo son. Por eso el problema de los CAE no es que sean plurales, sino que no lo sean suficientemente. Por muy amplios que sean, nunca podrán estar compuestos más que por un pequeño grupo de personas. De ahí el peligro de que éstas actúen teniendo en cuenta sólo los intereses de unos pocos (los grupos que directamente representan), y no los intereses de todos (de acuedo con los principios de no maleficencia y de justicia). Para evitar esto, es necesario que los CAE procedan siempre de forma metódica en el análisis de los casos, por ejemplo, utilizando el método que hemos propuesto antes. No hay duda de que si así lo hacen, sus decisiones serán correctas y buenas, es decir, éticas, lo cual servirá para varias cosas. En primer lugar, para educar al personal sanitario en la toma de decisiones morales; en segundo lugar, para evitar que los conflictos se incrementen y acaben ante los tribunales de justicia; y, en tercer lugar, para proteger a los sanitarios en caso de que al final lleguen a los tribunales. Cuando un CAE, tras una reflexión madura y teniendo en cuenta las diferentes perspectivas de los hechos, ha tomado una decisión, es muy difícil que el juez no la asuma como propia. De todos modos, los métodos propios de la ética clínica y los CAE ayudan a incrementar la calidad de la asistencia sanitaria, tanto subjetiva como objetiva, es decir, contribuyen al logro de una medicina mejor