SISTEMA INMUNOLÓGICO
Por la complejidad de sus funciones, el sistema inmunitario es comparable al nervioso. Los dos sistemas están compuestos por órganos difusos que se encuentran dispersos por la mayoría de los tejidos del cuerpo. El sistema inmunitario del hombre está compuesto por, aproximadamente, un billón de células conocidas como linfocitos y por cerca de cien trillones de moléculas conocidas como anticuerpos, que son producidas y segregadas por los linfocitos. La capacidad especial del sistema inmunitario es el reconocimiento de estructuras y su misión consiste en "patrullar" por el cuerpo y preservar su identidad.
Las células y las moléculas del sistema inmunitario llegan a la mayoría de los tejidos a través del flujo sanguíneo, penetrando en los tejidos a través de las paredes de los capilares sanguíneos. Después de este desplazamiento vuelven por su propio sistema vascular, el sistema linfático. El árbol de los vasos linfáticos recoge los linfocitos y anticuerpos junto con otras células y moléculas, además del líquido intersticial que baña todos los tejidos del cuerpo, y vierte su contenido a la corriente sanguínea al unirse a las venas subclavias. Los linfocitos se encuentran en grandes concentraciones en los ganglios linfáticos (estaciones de las vías linfáticas) y en los lugares donde se elaboran: la médula ósea, el timo y el bazo. Todos los linfocitos que circulan por los tejidos han surgido de células precursoras existentes en la médula ósea. Alrededor de la mitad de estos linfocitos o células T, han pasado por el timo en su camino hacia los tejidos. La otra mitad, las células B, no pasan por el timo. Esta dicotomía fue descubierta por Henry N. Claman. Las células T y las células B no se pueden distinguir por su forma. Sólo las células B y las de su progenie segregan moléculas de anticuerpo. Por el contrario, las células T son también importantes, ya que pueden reconocer determinantes antigénicos y, por lo tanto, deben poseer moléculas de anticuerpo como receptores de superficie. Las células T pueden matar a otras células, como las del cáncer. Además, pueden reprimir a las células B o bien ayudarlas en su estimulación por parte de determinados antigénicos.
Por tanto, en el sistema inmunitario existe dos dualismos. Uno, es esa dicotomía de los linfocitos en las células B y T, cuyas funciones son en parte sinérgicas y en parte antagónicas. El segundo es la dualidad del potencial de respuesta del linfocito cuando sus receptores reconocen un determinante antigénico; la respuesta puede ser positiva, si se estimula, o negativa, si se paraliza, lo que significa que ya no es capaz de ser estimulado. Un linfocito estimulado se enfrenta a dos tareas; debe producir moléculas de anticuerpo para la secreción y debe dividirse a fin de ampliarse formando un clon de células hijas que representa su compromiso o dedicación.