EL ESTADO ANGINOSO
Con excesiva frecuencia, la persona que ha padecido una angina de pecho puede autoconsiderarse inválida, incapaz de reasumir sus ocupaciones habituales y completamente disminuida en su vida laboral, afectiva, deportiva y amorosa.
La ayuda y el consejo del médico deben contribuir a convencer al paciente que sigue siendo un elemento útil en todos los sentidos, aunque deba tomar ciertas precauciones o reorientar, en algunos casos, su trabajo o su ocio. El entrenamiento físico puede aumentar la tolerancia al esfuerzo habilitando nuevas arterias funcionales al intensificar el desarrollo muscular, originando mayor aporte de oxígeno al músculo cardiaco.
El inicio y la progresión de estos ejercicios puede hacerse cuando se considera por el especialista que la enfermedades estable y se conoce el agente desencadenante emocional o "de esfuerzo", la forma de aliviar el cuadro (reposo o trinitritos) y las consecuencias previsibles, pero siempre bajo prescripción del especialista y vigilancia médica periódica.
Si estas causas se han repetido a lo largo de varios meses y siempre se ha producido y reducido el "angor" con la misma frecuencia y duración, los consejos a estos pacientes "anginosos estables" se basan principalmente en el sentido común. Si se conoce el factor que desencadena el ataque, hay que tratar de evitarlo. La carrera que efectúan para alcanzar y subir al autobús que les lleva y trae del trabajo, por ejemplo, se sustituirá por unos minutos menos de pereza matutina o por una cierta dosis de paciencia en el afán lógico de regresar al hogar. Ciertas situaciones laborales capaces de originar el ataque de angina de pecho pueden evitarse o, al menos, "amortiguarse" mediante la administración de un comprimido adecuado recetado por el médico.
También es primordial tratar cada caso de forma particular, por separado, sobre todo en lo concerniente a las respuestas emocionales en el acto sexual, durante la conducción de vehículos o cualquier otra situación específica.
Dado que la actitud familiar asume gran importancia respecto al trato dispensado a estos enfermos, bien por imponerles restricciones innecesarias que acaban por convertir al paciente en incapacitado "moral" (o más correctamente psicológico) o por ser desencadenantes de las crisis al contribuir a crear un constante estado de ansiedad en el enfermo, recordándole a cada instante que no debe hacer esto ni aquello.
