EL CUIDADO DE LOS PIES
La selección del calzado para nuestra vida al aire libre es fundamental y diría que la primera medida higiénica responsable de unas buenas vacaciones en el disfrute con la naturaleza.
En la selección del calzado debe tenerse en cuenta la flexibilidad y dureza del mismo; siempre deben de ser usados con anterioridad para que se acomoden a nuestros pies y se adapten perfectamente a nuestra anatomía, no siendo causa de formación de ampollas, muy molestas y principio de infecciones.
Si se adquieren con suficiente antelación, se usan en cortos períodos de tiempo, se acoplan perfectamente a nuestros pies y se adaptarán como un guante.
En las excursiones por nuestros campos, donde con frecuencia se pueden hacer largas caminatas, el hecho de hacerlo cómodamente depende igualmente del uso de buenos calcetines, pero es regla fundamental que para evitar la continua fricción del pie y calzado se haga necesario el uso de dos pares de distinta composición en su fabricación.
En primer lugar se han de calzar calcetines finos de algodón y de nuestra medida justa, con el fin de que "no hagan arrugas", muy incómodas y molestas cuando se camina o se hacen escaladas. Tienen la ventaja estos calcetines que absorben la humedad habitual de los pies, aumentada normalmente por el ejercicio de la andadura; si no llevamos un material que absorba se nos puede "macerar" la piel, principio de la formación de ampollas, que nos impedirá caminar cómodamente e incluso impedirnos totalmente la marcha.
El segundo par será de "lana gruesa"; con ello acoplamos el pie exactamente a la medida de la bota, evitamos los rozamientos y deslizamientos de los pies contra la dura piel del calzado, protegiendo de esta manera las partes extremas del pie, talón y punta de dedos.
El calzado es el adecuado y nos hemos protegido los pies con dos pares de calcetines, pero la higiene de esta parte de nuestro cuerpo es fundamental para su protección. Se ha de tener en cuenta que los calcetines sucios o sudados no benefician nada a nuestros pies.
Se deben de seguir unas normas muy específicas, pues de ellas pueden depender el éxito o fracaso de una acampada o excursión campestre.
Se ha de tener en cuenta:
a) Que siempre debemos llevar calcetines de repuesto en nuestra mochila.
b) Todos los días deben de ser cambiados y lavados.
c) El calzado ha de mantenerse seco o procurar secarlo durante el descanso habitual, calentándolo junto al fuego y aireándolo por la noche.
d) Cuando se ha caminado por zonas húmedas o pantanosas durante períodos largos, pueden presentarse afecciones denominadas "mal de trinchera" y surge cuando se han tenido que cruzar a menudo arroyos, ríos, pantanos, etc., con terreno seco entre los mismos. Al cabo de unos días sin haber dado descanso a los pies, la piel gruesa de la planta se vuelve blanca y arrugada, se hacen dolorosos los pliegues y los pies se hinchan. Si uno se quita las botas no se pueden poner de nuevo por el dolor y la hinchazón. Las zonas más dolorosas suelen ser el talón y los laterales. El mejor remedio para esto es quitarse las botas y dejar que los pies descansen después de haberlos secado concienzudamente, e incluso aplicar cualquier spray anti-inflamatorio que existe hoy día en el mercado.
e) Cuando al iniciar nuevamente la marcha el calzado no se encuentra seco, a pesar de haberlo tenido junto al fuego durante la noche, debemos aislar la planta con hojas secas o cualquier otro material absorbente y de poco volumen.
f) El andar por zonas arenosas puede dar motivo a que se introduzcan arenillas en el calzado; aun cuando deban hacerse frecuentes altos para quitar lo que se ha introducido en el calzado debe de pararse de inmediato, quitarse calzado y calcetines, sacudirlos energéticamente y asegurarse de que no queda ningún cuerpo extraño que pueda molestar nuestra marcha. En estas zonas es muy indicado el uso de polainas que cubran la parte superior de la bota, con lo cual evitamos la introducción de arena o piedrecillas.
g) En lugares de mucho calor y después de largo caminar es conveniente descalzarse a la sombra, airear los calcetines y, si transcurre cualquier arroyo por las proximidades, dar un buen remojón a nuestros maltrechos pies. El tumbarnos con los pies más altos que el resto del cuerpo mejora la circulación y acelera el descanso.
h) Nunca jamás debe intentarse caminar descalzo. Además de las ampollas que se formarán en los pies al contacto con el terreno, pueden quemarse nuestras plantas al contacto con el suelo.
Si por cualquier contingencia sufrimos la rotura del calzado debemos improvisarnos otro, para lo cual echaremos mano bien de corteza de árbol que, cortada a nuestra medida y sujeto mediante cuerdas o esparadrapos, nos podrá facilitar el continuar andando hasta el puesto de socorro próximo.
Igualmente podremos fabricarnos un calzado imprevisto si tenemos la suerte de encontrar una cubierta de coche y acoplarnos del mismo modo una bota de emergencia.
i) Para la persona que le sudan mucho los pies es imprescindible el uso de calcetines de algodón, pero puede paliar en algo el exceso de sudor si entre la palmilla de la bota y su calcetín aplica unas escamas de "ácido bórico"; quita mucho sudor y asimismo el olor desagradable.
f) El uso de spray para el descanso y sudoración son fáciles de adquirir en cualquier farmacia y absolutamente necesarios para facilitar el descanso y desinfección de nuestros pies. El lavado previo, secado concienzudo, la aplicación de un spray de descanso y la postura más alta que el resto del organismo durante unas horas antes de emprender nuevamente la marcha, dejará nuestros pies listos para una nueva caminata.