EL ALCOHOL EN EL COMPORTAMIENTO
Además de los efectos del alcohol en los reflejos, la percepción y la movilidad, hay que tener en cuenta los efectos en el comportamiento. Incluso una embriaguez ligera se acompaña con frecuencia de una sensación de euforia y de la desaparición de las inhibiciones sociales. El resultado es un cierto sentimiento de omnipotencia e invulnerabilidad que impulsa a correr riesgos que nunca se asumirían estando sobrio.
A un mayor nivel de alcoholemía, desaparece la propia noción de peligro y el comportamiento se vuelve agresivo, indiferente a las amenazas y señales de alarma. Así nacen muchas peleas: en la mayoría de los casos el individuo más débil se siente, en ese momento en posesión de una fuerza que en realidad no tiene. En el trabajo, éste es el momento en el que se descuidan las medidas de seguridad o se tiende a incumplir reglas, considerándolas inútiles o demasiado estrictas.
El alcohol actúa también potenciando, es decir, agravando, los efectos de otras sustancias. Los medicamentos, en particular los utilizados para el tratamiento de las afecciones del sistema nervioso, como los tranquilizantes, se potencian con el alcohol, como se subraya siempre en los prospectos. Por este motivo, en un individuo que toma ansiolíticos se produce una intensa somnolencia y una disminución de los reflejos desde la primera copa. Todas las sustancias psicoactivas como los derivados del cannabis, presentan una interacción negativa con el alcohol. Su consumo simultáneo acentúa, por tanto, los trastornos provocados por cada una de las sustancias. Ello resulta particularmente evidente en el caso de los alucinógenos, en los que se observan tanto reacciones de intolerancia con vómito, cefalea e intensos mareos, como accidentes mortales por alucinaciones incontrolables.