AUXILIAR A LA VICTIMA
Antes de acercarse físicamente al bañista en dificultades, hay que tener en cuenta el estado de angustia y pánico en que se halla: tratará de agarrarse al socorrista y le impedirá efectuar los movimientos apropiados o, al contrario lo rechazará, tratando de liberarse. Si es posible, mientras se acerca, el socorrista tiene que tratar de hablar a la víctima, tranquilizarla y explicarle que va a hacer, animarla y devolverle una calma relativa.
Lo mejor es que el socorrista se coloque a espaldas del bañista y en una posición adecuada para nadar de espaldas. A continuación pasa un brazo por debajo de la axila de la víctima y le sostiene la cabeza fuera del agua, colocándola sobre su propio hombro, mientras nada con el otro brazo y las piernas.
Es inútil luchar contra la corriente: es preferible dejarse llevar, acercándose poco a poco a la orilla, sin esfuerzos excesivos. Si la víctima se debate de forma demasiado brusca, a veces es necesario inspirar profundamente una o dos veces y sumergirse durante algunos segundos antes de volver a salir a la superficie, teniéndola siempre firmemente cogida.
Estas técnicas no resultan demasiado difíciles de poner en práctica, pero se recomienda ejercitarse de vez en cuando durante un baño o una tarde en la piscina. Los profesores de natación y los socorristas expertos son los profesionales más idóneos para llevar a cabo unas demostraciones.