TRATAMIENTO FÍSICO
En la medicina actual, excesivamente burocratizada, el médico práctico tiende a remitir al paciente al especialista correspondiente ante cualquier problema que no sea estrictamente elemental. A tenor de esta tendencia suele requerir el concurso del rehabilitador si surge una circunstancia clínica en la que esté indicada la terapia física. No obstante, hay situaciones frecuentes en la clínica que son fácilmente solventables por el generalista, con tal de que se tome la molestia de enseñar al enfermo la práctica de unos cuantos ejercicios físicos, los cuales, además, complementarán o incluso pueden sustituir a la terapia medicamentosa. Así, por ejemplo, ante una periartritis escapulohumeral parece absurdo insistir en una terapia prolongada con productos antirreumáticos –que por otro lado tan a menudo ocasionan efectos secundarios– y olvidarse de la práctica de unos simples ejercicios que consiguen curar con rapidez la mayoría de los casos de esta molesta dolencia. Ante las lumbalgias, tan frecuentes en la práctica, no es inteligente prescindir de la cama dura y de los ejercicios vertebrales, y confiarlo todo a la medicación. Un buen médico general sabe aconsejar a su paciente en otras numerosas situaciones que requieran el concurso de la terapia recuperadora, como hemiplejías, infarto de miocardio, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, o las fracturas. El arte terapéutico no puede prescindir del eficaz concurso de los tratamientos físicos