INFARTO, PERICARDITIS Y ANEURISMA
Infarto de miocardio. Es de suma importancia determinar si la angina de pecho ha permanecido estable durante semanas o meses o bien si la aparición o su empeoramiento fue repentino, en cuyo caso suele constituir un síntoma premonitorio del infarto de miocardio. El dolor del infarto es semejante al de la angina en cuanto a su localización y carácter, pero la duración es más prolongada (habitualmente más de 30 min), resulta más intenso y no guarda relación con el esfuerzo.
Pericarditis aguda. El dolor de la pericarditis aguda se origina en el pericardio parietal, aunque a veces se produce por participación de la pleura vecina. Se localiza en la región esternal o parasternal y se irradia hacia el cuello, la espalda, el epigastrio y, sólo en forma excepcional, en contraste con la angina y el infarto, hacia los brazos; suele ser penetrante, pero su intensidad es muy variable; es un dolor persistente que se exacerba por lo general con la inspiración, la deglución, los cambios posturales, etc., y por lo general mejora en sedestación.
Aneurisma disecante de la aorta. El dolor suele ser de presentación aguda y de extrema intensidad; su topografía depende de la localización de la disección. Así, en la disección próxima al cayado, que es la más frecuente, el dolor se localiza en la porción anterior del pecho y tiende a irradiar hacia la espalda, donde muy a menudo predomina, y a veces hacia el cuello, la nuca y los brazos. En las horas o días siguientes, si la disección avanza, se afectan, progresivamente, el abdomen, la región lumbar y los miembros inferiores. En ocasiones, el dolor es menos intenso y la disnea o el síncope pueden ser los síntomas de presentación. Interesa valorar siempre la historia previa de hipertensión arterial, hábito marfanoide, entre otros.