FACTORES DE RIESGO VASCULAR
Pronóstico. Entre los factores que modifican el curso de la hipertensión destaca el nivel de ésta. A medida que las cifras tensionales son más elevadas se observa un aumento de la mortalidad. El pronóstico de la hipertensión es tanto peor cuantos más factores de riesgo asociados existan. Cuanto más joven sea el paciente en el momento de detectarse la hipertensión, mayor será la reducción de la esperanza de vida, si no se instaura tratamiento. Los individuos de raza negra en ambientes urbanos tienen no sólo una mayor prevalencia de hipertensión que los de raza blanca, sino también una mortalidad 4 veces superior. A todas las edades y en ambas razas, las mujeres tienen una mayor y mejor esperanza de vida que los varones.
La arteriosclerosis se acelera en presencia de hipertensión. Hay una serie de factores de riesgo independientes asociados al desarrollo de arteriosclerosis; entre ellos destacan las alteraciones lipídicas, el hábito de fumar y la intolerancia a la glucosa, que pueden modificar el pronóstico de la hipertensión en relación con la edad, el sexo y la raza. Estos factores cambian la evolución de la hipertensión por su efecto sinérgico sobre la coronariopatía isquémica. Las lipoproteínas de baja o muy baja densidad son más importantes que la cifra total de colesterol o triglicéridos. Por el contrario, el aumento de las lipoproteínas de elevada densidad ejerce cierto efecto protector sobre la coronariopatía isquémica. No existe la menor duda sobre la correlación positiva existente entre la obesidad y la presión arterial. El aumento de peso se asocia a una mayor incidencia de hipertensión en individuos previamente normotensos, y viceversa. Sin embargo, no existen datos concluyentes sobre si la obesidad desempeña un efecto adverso en la mortalidad del hipertenso. La existencia de repercusión y/o complicaciones de la hipertensión en el corazón, el fondo de ojo, el riñón y el SNC, ya sean actuales o previas, o en los antecedentes familiares, indica también un pronóstico adverso.
La coexistencia de otras enfermedades, por otra parte asociadas con frecuencia a hipertensión, puede agravar el riesgo. Las dos principales son la gota y la diabetes. La hipertensión es más frecuente en los pacientes con gota y puede ser reflejo de la nefropatía úrica. La hiperuricemia se encuentra en el 25-50% de los hipertensos no tratados y ello puede ser un signo temprano y secundario de nefrosclerosis. La hiperuricemia puede agravarse por el tratamiento diurético de estos pacientes. La diabetes se acompaña a menudo de hipertensión, aunque también puede asociarse a hipotensión ortostática.
Esta mayor incidencia aumenta con la edad y con la duración de la diabetes, tanto en niños como en adultos, y es mayor en las mujeres, sobre todo de más de 60 años. La hipertensión que se asocia a la diabetes puede ser de tres tipos: a) esencial, que suele cursar con diabetes de origen tardío; b) de predominio sistólico secundaria a la arteriosclerosis, y c) “diabética”, que es una forma de hipertensión renal que acompaña al síndrome clínico de la nefropatía diabética y se observa con mayor frecuencia en las diabetes de origen juvenil. La hipertensión secundaria a estenosis ateromatosa de la arteria renal probablemente es más corriente en pacientes con diabetes que en la población general. Con frecuencia coexisten hipertensión, arteriosclerosis avanzada, hiperuricemia y diabetes en un mismo paciente. Estos factores pueden influir y tener un efecto sinérgico en las alteraciones vasculares de los territorios cardíaco, cerebral, renal y del SNC.