PREVENCIÓN DE ESTOS ACCIDENTES
Tanto las mordeduras de perros como las correspondientes de gatos y arañazos de estos últimos, picotazos de aves, patadas de caballos, borricos y otros equinos, así como las heridas de asta (cornadas) propinadas por mamíferos rumiantes con cuernos son evitables en un enorme porcentaje simplemente con dos actitudes básicas de las personas, esencialmente niños, expuestas a ellas: instrucción y respeto.
El capítulo educativo ha de ser doble, por parte del entorno familiar y también en la propia escuela. Sin embargo, la desaparición en las grandes urbes de una vida íntimamente ligada a los animales domésticos está relegando esta instrucción a cursos específicos, "complementarios", impartidos normalmente en colegios privados y fuera del alcance económico de una inmensa mayoría de ciudadanos. Los niños y jóvenes deben saber las relaciones de comportamiento que rigen la vida de estos animales, desde las gallinas de corral hasta el perro. Asimismo este conocimiento de la etología (ciencia del comportamiento y las relaciones entre un individuo y el medio ambiente) ha de completarse con un profundo tratado ético respecto a nuestro papel de "señores de la creación" frente a los animales. No debe inducirse un temor absurdo hacia el animal, pero desde luego tampoco un desprecio olímpico por su bienestar físico ni "psicológico". El respeto más profundo por la vida de estos auxiliares del hombre, aunque estén finalmente destinados al sacrificio para servir las mesas de las personas con su carne o productos diversos (huevos, leche, etcétera), ha de presidir las actuaciones de chicos y grandes, y no solamente por precaución ante una reacción imprevista y dañina, si no como reconocimiento de "los derechos" innegables que tienen también los animales como seres vivos.
