ES MEJOR PREVENIR QUE CURAR
Es obligado conocer esta primera norma: "es mejor prevenir que curar". Por ello el primer consejo será que, si se padece alguna enfermedad que pueda causar problemas, es mejor no alejarse demasiado de los centros que puedan prestarnos asistencia.
No cabe la menor duda que cualquier persona afectada de diabetes inestable, enfermedad crónica renal o broncopulmonar, como enfermedad cardíaca descompensada, no está en condiciones de alejarse de los centros médicos que puedan prestarle ayuda inmediata.
Así pues, ¿qué debo hacer para gozar de la vida al aire libre sin que se produzcan consecuencias lamentables en su disfrute?
Ante todo debemos distinguir lo que es la práctica de una actividad al aire libre en el plano competitivo, de lo que puede ser un día de asueto o disfrute en aquello que más nos agrada.
En el plano competitivo el tema es profundo y no adecuado al momento.
Para el normal ejercicio de la vida al aire libre, en el disfrute de unas vacaciones o puente, nos es suficiente con haber consultado a nuestro médico de cabecera, el cual nos practicará una serie de exploraciones primarias, como pueden ser:
Primera y principal: Puesta a punto de nuestra vacunación antitetánica. Es fundamental para cualquier persona que se dedica al deporte o vida campestre.
Segunda: Descartar enfermedades del sistema cardio pulmonar; es fundamental no padecer enfermedades como asma bronquial, bronquitis crónica, lesiones cardíacas descompensadas o susceptibles, con el esfuerzo, de descompensarse, lesiones renales crónicas o bien enfermedades metabólicas del tipo de diabetes inestable y otras, etc.
Tercera: Carecer de alteraciones o secuelas que afecten a los músculos o tendones y que puedan agravarse por el ejercicio físico.
Cumplidos estos mínimos requisitos, y si no hay nada más que nos lo impida, podemos practicar nuestra convivencia con la naturaleza: ahora bien, teniendo siempre en cuenta nuestras posibilidades físicas y, factor fundamental, nuestra edad.
Pero la prevención de estas personas con vida al aire libre no sólo debe limitarse a sus vacunaciones y reconocimientos previos para evitar enfermedades en su contacto con la naturaleza; debemos pensar que las montañas, bosques, mares y cualquier otro biotopo pueden sorprendernos desagradablemente, y nadie puede estar enteramente preparado para afrontar situaciones de verdadera emergencia.
Por muy mañoso y valiente que uno sea, el hallarse de repente solo y abandonado a sí mismo, herido o lesionado en una parte fundamental de nuestra anatomía y en una región remota de nuestra geografía, supone un trastorno de nuestra personalidad, un choque emocional y físico.
Sólo la persona con voluntad de sobrevivir puede salir airoso de estos trances.
Esta actitud psicológica viene reforzada por el conocimiento de "trucos" y formas para salir airoso; como asimismo tener una preparación mental para superar obstáculos y enfrentarse con lo peor. Hay que sobreponerse al dolor físico, a la fatiga, al hambre y la sed.
La oportuna preparación proporciona al individuo, en caso de necesitarla, una gran fuerza psicológica para hacer frente a todo tipo de eventualidades.
Nadie cree que pueda ocurrirle a él lo que habitualmente se lee en la prensa (pérdida de un equipo de montañeros en el macizo tal o cual, persona extraviada en el monte, etc.). Todos en nuestro contacto con la naturaleza, y cuando deseamos gozarla plenamente, debemos prever los riesgos que pueden acontecernos.
Prever es conocer de antemano lo que puede ocurrir, y nada mejor que conocer de memoria o poseer algún libro de primeros auxilios, que debe acompañarnos en nuestras excursiones y que junto a nuestro botiquín no debe faltar nunca en las acampadas.
El conocimiento de técnicas fundamentales de tratamiento y prevención nos da confianza, y ésta ayuda a superar con mayor facilidad las dificultades del medio ambiente.
Cuando nos encontramos perdidos, aislados, lejos de la civilización, no es extraño que sintamos miedo; pero en estas circunstancias, el sentir miedo es un revulsivo que acrecienta nuestros sentidos y nos hace más conscientes de la circunstancia que vivimos, nos hace decididos y nos templa para afrontar con éxito los peligros que nos amenazan.
Pero el miedo debe ser reprimido y encauzado, porque si no puede llevarnos al pánico, y esto es una faceta negativa del carácter. El pánico es la reacción más destructiva del espíritu de superación y supervivencia. Conduce irremisiblemente a la desesperación, y con ello queda destruido todo anhelo de sobrevivir.
La adecuada preparación física y psicológica y el conocimiento de las técnicas para salvar toda clase de accidentes y contingencias dan seguridad en sí mismo, canalizando el miedo en acciones positivas, haciendo del pánico una imposibilidad.
Si conocemos las técnicas básicas, las medidas preventivas para una vida en contacto con la naturaleza sin problemas, habremos dado el primer paso hacia el dominio de nosotros mismos y del medio ambiente.
Ante una situación de emergencia en cualquier medio natural lo primero será:
a) Ocupar la mente de inmediato con un análisis la situación y ocuparnos de lo más urgente.
b) Hacernos cargo de la situación con preguntas como ¿estoy herido?, ¿qué peligros me amenazan?, ¿puede algo de los alrededores ayudarme?
c) En un estado de accidente y encontrándose solo lo principal será conservar propia energía. La energía es un factor más valioso que el tiempo. Desde este punto de vista sólo se quemarán energías en función de un plan y unas tareas específicas.
d) Es fundamental conocer, en caso de pérdida, el lugar donde nos encontramos; debemos explorar los alrededores, pero recordando siempre dónde estamos. Nunca debemos perder el punto de partida, porque saber donde se está, como mínimo, de los alrededores inmediatos incrementa las posibilidades de ser encontrado.
Es necesario tener una mente preparada para poder superar todos los obstáculos que la vida al aire libre puede depararnos; la soledad y la apatía son compañeros inseparables del miedo y el pánico y se pueden combatir siempre, teniendo la mente ocupada en las tareas básicas para afrontar los peligros de la naturaleza.
Hemos repasado los factores de prevención necesarios para no desencadenar, mediante vacunas, enfermedades como el tétanos, y agravar enfermedades crónicas ya existentes, tanto respiratorias, cardíacas o renales, etc. Se han comentado una serie de normas para no caer en el miedo y pánico de cualquier eventualidad en la convivencia con la naturaleza, pero uno de los elementos de la naturaleza con el de cual vamos a estar más en de contacto es el sol, el astro rey; de él podemos describir infinidad de facetas, unas beneficiosas, otras menos saludables, pero si se toma conocimiento de algunas de sus más saludables acciones puede ser el mejor aliado de nuestros placeres campestres.
Dentro de las prevenciones en nuestras incursiones al campo conviene conocer también que la parte más extensa y delicada que constantemente estamos exponiendo a las inclemencias del tiempo es nuestra piel, y que los excesos cometidos en ella, a la larga, no nos van a beneficiar en nada. Necesariamente debemos conocer los pros y contras de que se derivan del contacto con el astro rey.
Sabemos que las modas llegan y pasan, pero algunas de ellas no nos benefician en absoluto, pues dan lugar a trastornos graves para nuestro organismo. Hace años, tener un cutis moreno no era otra cosa que demostrar nuestra condición de trabajo al aire libre; éramos, pues, trabajadores del campo expuestos a las inclemencias del tiempo, aire, sol, frío, etc.
En el hombre nunca ha tenido gran trascendencia el aspecto de su piel, pero ha sido de primordial importancia en el sexo femenino siempre al tanto de las modas.
Hace años estaba de moda la palidez del cutis y existía "miedo al sol y sus secuelas".
El mero hecho de planificar unas vacaciones al mar o la montaña requería la práctica de una serie de medidas o costumbres que podían comenzar con la toma de un purgante o purificantes de la sangre para eliminar los humores que se podían haber acumulado durante todo el período invernal.
La compra de sombreros anchos, ropa que nos cubriera antes y después del baño a nuestra cabeza, cara y resto del cuerpo era absolutamente necesaria si no queríamos vernos enfermos de "cuarenta males".
Nuestros antepasados, y hablo de abuelos y padres, preferían la piel blanca y temían la exposición al sol prolongada y los perjuicios que puede producir. Desconocían, por otra parte, los adelantos que hoy se tienen, y que bien llevados a la práctica nos pueden proteger de la parte negativa de las radiaciones solares.
La vida varía constantemente en sus modas y placeres; hoy la generación industrial ha creado ocio, con lo cual las vacaciones pueden ser igual en verano que invierno, con exposiciones a las inclemencias atmosféricas en ambas estaciones; pero no pensamos que en todo momento lo que de forma constante se está deteriorando es nuestra piel y que, como cualquier otro componente de nuestro organismo, precisa de unos cuidados ante las agresiones a la cual la sometemos.
Los rayos solares tomados con moderación nos producen un bello color moreno, pero a costa de que nuestra piel sufra una serie de trastornos, entre los cuales el principal es la pérdida de agua; la piel se deshidrata, pierde agua, y si la exposición a los rayos solares es prolongada en el tiempo da lugar a envejecimiento, con la formación de arrugas y otras alteraciones incluso más graves.
Es inevitable e ineludible que la piel, al recibir las radiaciones solares, sufra una serie de alteraciones en su normal fisiologismo, y que si no es de forma moderada pueden dar lugar a alteraciones sustanciales en su normal renovación constante al contacto con los rayos ultravioletas.
Para defendernos de esta agresión debemos protegernos, de una parte, de las radiaciones ultravioletas, y de otra, aumentar la hidratación cutánea, con lo cual ayudamos a los mecanismos fisiológicos de reconstitución de la piel, que actúan en los dos sentidos.
a) Formación del pigmento melánico (color moreno).
b) Engrosamiento de la piel superficial, con lo cual se aumenta la protección a los rayos solares.
Existe una protección genética, es decir, desde el nacimiento, con la cual se nace y viene determinada por el color de la raza. La raza amarilla posee un estrato córneo más grueso, es decir, la piel superficial más gruesa que las demás razas, y asimismo la raza negra posee mucha mas "melanina" (pigmento cutáneo) que las demás razas, con lo cual ambas presentan una protección natural a los rayos solares mucho más acrecentada que la raza blanca.
La protección natural de la piel a las inclemencias naturales y específicamente a los rayos ultravioletas del sol no termina ahí. La parte más superficial de la piel, "la epidermis", tiene más o menos pigmento melánico según la región en la cual se nace, y algo igual ocurre con la mayor o menor irrigación de la parte profunda o "dermis", que, según la raza, se encuentra más formada con vasos sanguíneos. Así tenemos que los individuos que más horas se ven obligados a padecer los rayos solares (raza negra), desde su nacimiento tienen aumentadas su formación de melanina y vascularización de la piel, mientras que los "nórdicos", que apenas sufren las radiaciones solares, carecen prácticamente del pigmento, teniendo su piel blanca.
La carencia de pigmento o bien alteraciones vasculares de la piel darán lugar a una serie de enfermedades muy relacionadas en su curso con la exposición a los rayos solares; albinos, pieles con acné psoriasis. ¿Cómo podemos beneficiarnos de los rayos solares?
Ante todo es conveniente, antes de tomar el sol, una profunda limpieza de la piel, que elimine las células muertas que esta pueda tener, y de esta forma los rayos solares incidan de forma homogénea en la epidermis, produciéndonos un bronceado por igual.
Es conveniente que dos o tres semanas antes de nuestra proyectada salida al campo o playa, y después de haber realizado una buena limpieza de cutis, nuestra dieta se vea aumentada con la ingesta de "carótenos" (vitamina A y E), vitaminas muy concentradas en la zanahoria y albaricoques o bien por la toma de algún preparado farmacológico rico en esta clase de vitaminas.
Es conveniente, igualmente, la aplicación tópica de cremas ricas en manteca de karite, aceite de cáscara de nuez, etc.; el mundo de la cosmética tiene cantidad y variedad de estos productos.
El uso preliminar de estos productos va a producirnos en la piel una rehidratación cutánea forzada y, por otra parte, un aumento de la irrigación vascular, con lo cual conseguimos una "pigmentación falsa", pero protectora de las primeras incidencias solares, evitando así una pigmentación rápida, que daría lugar a unas quemaduras de la piel, perjudiciales para lograr la formación fisiológica de la melanina.
La ingesta de frutas y verduras con gran contenido en vitaminas A y E, la ayuda de dosis elevadas de estas vitaminas por medio de "choques vitamínicos" y beber elevada cantidad de agua constituyen lo que podemos denominar "preparación al contacto con el sol".
Decía anteriormente que la exposición prolongada de la piel en los primeros días a los rayos solares puede tener un efecto perjudicial si con ello damos lugar a una "quemadura de primer grado" (formación de ampollas), con lo cual retrasamos la formación del pigmento melánico, que, en definitiva, va a ser el protagonista del bronceado permanente. Las primeras exposiciones al sol sólo buscan la normal puesta en marcha de la formación de la melanina, y esto se consigue con la instauración de un "eritema de la piel".
Las tareas de prebronceado sólo tratan de hacer que el eritema sea mínimo, que apenas lo notemos, pero que ponga en marcha la formación de pigmentos y con ella la protección ulterior a los rayos solares.
El sol, como todos conocemos, emite una serie de radiaciones de distinta onda siendo unas beneficiosas y otras perjudiciales. Las radiaciones pigmentógenaseritomatosas del sol son las radiaciones ultravioletas B. Son las productoras del bronceado y en ocasiones pueden producirnos quemaduras. Las radiaciones de mayor longitud de onda, las A, más penetrantes pueden llegar a las capas profundas de la piel, hoy se conoce que son las causantes del envejecimiento de la piel, como asimismo de alteraciones cutáneas graves en el transcurrir del tiempo.
El reconocimiento de los efectos negativos de las radiaciones ultravioletas A, ha revolucionado el mundo de la cosmética, dando lugar a la incorporación de las fórmulas cosméticas de "filtros para estas radiaciones", por lo cual cuando compremos un producto protector de rayos solares debemos asegurarnos que lleven filtros solares de distintos grados.
Efectos beneficiosos del sol tomados con las precauciones antes expuestas son también la "síntesis" por parte del organismo de la vitamina D, imprescindible para muchas de nuestras funciones metabólicas, sobre todo en la infancia, con lo cual prevenimos el raquitismo, al ser base de la fijación del calcio en nuestro sistema óseo.
Como tonificante de nuestro organismo es función de todos conocida, pues su poder calorífico mejora, regula y favorece toda función metabólica, dando energía calórica a nuestra piel; favorece la sudoración y con ello Ia secreción de ácidos protectores de nuestra epidermis. Sus radiaciones, tanto A como B, mejoran la circulación, favorecen la cicatrización de heridas y hoy día se conoce que ciertas psoriasis (enfermedad crónica de la piel) mejoran notablemente a su exposición.
Los rayos solares, por la emisión de sus radiación en sí, no son nocivos nunca; es la exposición incontrolable y excesiva la que puede motivar alteraciones desagradables para nuestro organismo. Por ello cuando tomamos "baños de sol" con el fin de broncearnos debe de hacerse en movimiento, nunca con estancias prolongadas en una sola postura.
La piel, como anteriormente se ha dicho, debe estar limpia, no se deben usar maquillajes, pues algunos componentes pueden ser sensibilizantes y dar lugar a quemaduras o trastornos alérgicos.
Es contraindicación, igualmente, el abuso del alcohol y de medicamentos sensibilizantes a la penetración de rayos ultravioletas A.