EFECTOS DE LA CONTAMINACIÓN ATMOSFERICA SOBRE EL SER HUMANO
Son muy raras las ocasiones en que podemos imputar una enfermedad orgánica a los efectos directos de la contaminación, pues incluso accidentes masivos, como los ocurridos por fallos en centrales nucleares del que tenemos reciente memoria por las noticias de prensa, radio y televisión sucedido en la Ex Unión Soviética, o la trágica nube tóxica de la India durante 1984 por escape de una industria química, han de ser tomados como tragedias incontroladas causantes de pérdidas humanas que tienen su origen, sí, en una tecnología inventada y desarrollada por el hombre, pero si reflexionamos desapasionadamente, los terremotos y los tifones debidos a causas naturales producen periódicamente más pérdidas de vidas que los accidentes antedichos. Por otra parte muchos adelantos técnicos han dulcificado las condiciones de vida de gran parte de la sociedad, la vida media probable en los países desarrollados se alarga paulatinamente y la definición de la línea ideal que separa lo bueno y lo malo de toda actuación humana es dificilísima de establecer y casi podríamos decir que imposible.
Lo normal es que los pacientes afectados por la contaminación no fallezcan por lesiones específicas mesurablemente atribuibles a esta causa, pero el hecho de inhalar materias irritantes, eso sí es comprobable, agrava las enfermedades cardíacas y respiratorias preexistentes, como el asma bronquial, el enfisema pulmonar, la rinitis alérgica y cualquier otra fisiopatía respiratoria.
Los elementos contaminantes más comunes, óxido nitroso, anhídrido sulfuroso, monóxido y bióxido de carbono, etc..., en pequeñas cantidades, actúan como agentes irritantes poderosos, aunque, en sí, a las concentraciones "normales" no sean alérgenos propiamente dichos. Las proporciones dominadas "normales" son tan reducidas en atmósferas limpias que apenas actúan negativamente sobre el entorno viviente.
Cualquier persona que padezca un proceso broncopulmonar tiene alterada la motilidad ciliar de la mucosa bronquial, que es el sistema defensivo de su aparato respiratorio. El edema o inflamación en estas partes sensibles, por causa de los agentes irritantes respirados, óxido nitroso, anhídrido sulfuroso y otros compuestos de azufre, se agrava al combinarse los gases citados con las secreciones de la mucosa bronquial y originar ácidos muy corrosivos en los órganos mencionados.
Estos agentes contaminantes pueden desencadenar el proceso broncopulmonar o bien lesionar los mecanismos de autodefensa del enfermo, con lo cual esta persona puede tornarse mucho más sensible a las infecciones bacterianas y virales.
Los pacientes con enfisema pulmonar o bronquitis crónica, cuyas defensas se encuentran más debilitadas, están más propensos a verse afectados por los procesos irritativos producidos por los compuestos químicos contaminantes del aire y subsiguientemente por las enfermedades infecciosas antes apuntadas.
Niños, especialmente con edades inferiores a cinco años, y personas mayores que han superado la madurez, parecen más sensibles a los efectos de la contaminación. Los niños, debido a que sus mecanismos de autodefensa respiratoria no se encuentran todavía desarrollados completamente y, además, se produce un espesamiento del mucus que bloquea los bronquios con alguna frecuencia. Los ancianos presentan una debilidad orgánica de sus defensas, gastadas y disminuidas a lo largo de una vida en la que se enfrentaron contra enfermedades de forma repetida.
