LA HEROÍNA
La heroína es la droga arquetípica de la habituación. Es un opiáceo y todavía no se conocen con seguridad los mecanismos de su funcionamiento. Un rasgo obvio de los opiáceos es su gran poder; la dosis normal de un toxicómano es un cuarto de gramo, lo que equivale aproximadamente a 4 millonésima partes del peso de una persona. Cuando la heroína se inyecta se descompone rápidamente en morfina y productos secundarios. Los pulmones, el hígado y los riñones asimilan rápidamente la morfina, y poco después presentan una concentración de droga más alta que la sangre. Se calcula que solo una proporción del 2 al 14% penetra en el tejido cerebral. Esto parece demostrar que los efectos de los opiáceos pueden deberse no solo a la droga como a un quimismo del cuerpo, desencadenado o inhibido por ella. La morfina deprime y excita al mismo tiempo la actividad nerviosa, crea una agradable sensación de bienestar y la persona drogada se siente aislado del mundo que le rodea, desaparecen sus problemas. Aunque algunas personas prefieren inhalar el humo que produce cuando se quema, se suele consumir inyectada en vena, para aprovechar al máximo sus efectos.
Los síntomas de abstinencia son espectaculares, el toxicómano sufre vómitos, temblores, sudoración, y es capaz de robar y matar con tal de conseguir el dinero para comprar heroína, también llamada popularmente "caballo". Se les acostumbra a llamar "yonquis", y suelen quedar absolutamente anulados como personas. Esta droga produce la muerte en un gran número de casos, ya sea por sobredosis, o por la enfermedad del SIDA, muy fácilmente trasmitible entre ellos cuando comparten sus jeringas.