LA ALIMENTACIÓN
No hay duda de que la lactancia materna es el método ideal para casi todos los bebés durante los primeros meses de vida. E incluso, cuando no es satisfactoria y es necesario cambiar a la lactancia artificial, merece la pena intentarlo, ya que un período muy corto de alimentación materna es muy beneficioso para el bebé. Las ventajas de la lactancia materna son numerosas. La leche materna contiene todos los nutrientes necesarios para el bebé, además de una serie de proteínas que inmunizan al pequeño contra las infecciones. Además, la leche materna es más fácil de digerir y, por tanto, es poco probable que el bebé sufra de estreñimiento o indigestión. También es capaz de reducir la posibilidades de que el bebé padezca eczema o asma. Y, por último, y no menos importante, la lactancia materna proporciona al pequeño la necesaria seguridad emocional y le ayuda a establecer un lazo fundamental con su madre. Durante la lactancia la madre se enfrenta a cierta preocupación, cuyas causas más comunes son el rechazo a la comida, intranquilidad en las tomas, ausencia de interés e inseguridad a la hora de aportar la cantidad suficiente. Lo mejor es que la madre tenga confianza en sí misma para poder ofrecer una buena lactancia. La pérdida de peso durante la primera semana es normal con independencia de que el niño sea criado al pecho o con biberón. En este sentido, una de las dificultades con que la madre debe enfrentarse es el momento de introducir nuevos alimentos. El período en que la leche se va sustituyendo por alimentos sólidos se ve además complicado por el aprendizaje de nuevos hábitos, el niño tiene que aprender a beber en vaso y variar el número de comidas. La estrategia consiste en introducir progresivamente los nuevos alimentos y horarios. Estos cambios se deben iniciar a partir del cuarto mes, en un principio, a base de cereales y frutas.