ACTOS REFLEJOS
El reflejo es una respuesta automática frente a un impulso específico que no se encuentra bajo control consciente. Para que se produzca un reflejo debe existir un receptor sensible, nervios que transporten la señal producida por el estímulo, un aparato que convierta esta información en respuesta y, por último, músculos o glándulas que efectúen la respuesta, habitualmente algún tipo de movimiento. Cualquier respuesta que se adapte a este patrón de reacción automática frente a un estímulo se conoce como un reflejo.
Una respuesta refleja es igual siempre que se produce un estímulo, aunque una reacción consciente pueda superar algunos reflejos, aplicando una gran energía (como sucede si aunque nos estemos quemando no soltamos una bandeja llena de comida).
Hay varios tipos de reflejos: los reflejos musculares, se producen por la vibración de los tendones, por ejemplo, cuando el médico golpea la rodilla; los reflejos de orientación controlan la postura de un gato al caer de cierta altura; también están los reflejos de la función corporal y los reflejos comportamentales.
La información que llega al cerebro es procesada y este envía una respuesta a una parte concreta del cuerpo. Generalmente se clasifican los actos motores como conscientes e inconscientes, pero la distinción entre ellos es a veces difícil de hacer. Así, cuando aprendemos una nueva maniobra, tal como montar en bicicleta, nos vemos obligados a prestar atención simultáneamente a muy diversos aspectos de la operación para intentar mantener el equilibrio. Una vez que hemos aprendido, somos capaces de mantener el equilibrio sin necesidad de tener que concentrarnos en los detalles de la tarea y podemos dedicar nuestros pensamientos a otras cosas mientras circulamos en la bicicleta. Es decir, una serie de órdenes motoras han pasado del nivel consciente al control automático.